«Todos los atletas se drogan». Es una de las primeras frases que golpean al ver este tremendo documental, Ícaro (Brian Fogel, Estados Unidos 2017) Y la dice nada menos que Don Catlin, cabeza de la agencia antidopaje estadounidense. El documental, que ha ganado un premio Oscar, el primero en llegar a manos de Netflix, relata una historia muy adecuada para guión de una historia de James Bond, a partir del desencanto del director, ciclista aficionado, que descubre el lado oscuro de su deporte favorito. Lo que comienza como un registro para que Fogel pruebe en sí mismo sustancias prohibidas, con el objetivo de burlar los controles antidopaje, se convierte en una serie de descubrimientos completamente escandalosos que involucran no solamente a los atletas, sino a los organismos de control y al mismísimo gobierno ruso, a partir de la confesión de un personaje único, el doctor Grigori Rodchenkov, ex director de la Agencia Rusa de Antidopaje (RUSADA, por sus siglas en inglés).
“Me di cuenta que el beneficio último del dopaje, que pasa desapercibido, no va para el atleta, sino que para las federaciones y los Gobiernos.” (Brian Fogel, en una entrevista con culto.latercera.com.)