
A los 11 años, era una niña bastante apática, sólo me gustaba leer, devoré la Colección Billiken, todos los números de Mafalda, Cuentos Escogidos, El Tony, D’Artagnan, varias novelas de Agatha Christie y un montón de literatura de dudosa calidad, entre ciencia ficción y misterio. Sin embargo, no tenía ninguna cualidad especial, ningún talento que me destaque, era un desastre tanto para los deportes, como para las danzas. La indiferencia, entonces, era mi escudo.
Un día de esos apareció en la escuela un cura, un joven catalán que parecía estar siempre de muy buen humor y nunca estaba quieto. Flaco y de nariz aguileña, mirada directa y voz entusiasta, me llamó la atención rápidamente. Luego supe que había comenzado a hacer un programa en la radio. Era un programa infantil y en el micrófono usaba el nombre de Mago Veo-Veo. Esa alegría que siempre parecía tener, esa energía que proyectaba con todos, me enganchó. Quise ser así, contagiarme de ese ímpetu que hasta entonces me resultaba desconocido. Me convertí, literalmente, en su seguidora. Estaba detrás suyo todo el tiempo libre que tenía, me nombré su ayudante, coproductora, asistente o lo que fuere necesario.Sigue leyendo “Mago Veo-Veo ¿dónde estás?”
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