Comedia negra, suspenso y absurdo en el lente de los Coen

Hnos CoenJoel y Ethan Coen son la prueba viviente de que dos cabezas piensan mejor que una. Ambos funcionan como un solo y potente cerebro creativo. Se dan el gusto de hacer un cine de estilo propio, logrando el aplauso, no solo de la industria, sino de la crítica y, sobre todo, de un público que los sigue en todas y cada una de sus producciones. Se dice que estos dos hermanos, nacidos con tres años de diferencia, crecieron viendo muchísimas películas y desde niños jugaron con la cámara, inventando y filmando historias. Desde que comenzaron, hasta hoy, ambos hacen las veces de directores, escritores, productores y montajistas. En este rol suelen usar el seudónimo de Roderick Jaynes.

Para lograr su original estilo visual y narrativo, lleno de historias imprevisibles y un sentido del humor matizado de sarcasmos y absurdos, los Coen tienen un grupo de actores favoritos a los que acuden para casi todas sus películas. Son nombres de peso, como su musa imprescindible, la gran Frances McDormand, a la cual suelen acompañar Steve Buscemi, John Goodman, George Clooney y Josh Brolin, por citar algunos.

collage actores coen“Ethan y yo hemos estado contando historias con cámaras desde que éramos niños. Honestamente, lo que hacemos ahora no parece tan diferente a lo que hacíamos en ese entonces” ha dicho Joel alguna vez. Su trayectoria les ha valido, hasta ahora, un Globo de Oro, cuatro premios Oscar y dos BAFTA, entre otros reconocimientos.Sigue leyendo «Comedia negra, suspenso y absurdo en el lente de los Coen»

Alcira

Tupiceña, muchas arrugas, pocas canas, ni un diente, energía al 100%. “Cuando era niña y había luna llena, mi mamá, ponía un bañador con agua y le hacía dar el reflejo. Después, me lavaba el cabello con esa agüita, para que no tenga canas. Ahora, casi ochenta ya estoy por cumplir y mirá mi cabello, sigue negro”, me dice. Su madre era muda y le tenía prohibido salir a jugar, pero Alcira se escapaba a la cancha todos los días, ahí aparecía la mamá con el chicote, más efectivo que un grito. Ahora Alcira juega básquet con sus amigos de Tupiza en una cancha de El Alto. Por eso me conservo tan bien, afirma, segura de sí. Perdió toda la dentadura, no sé por qué, pero no es difícil imaginar todo lo que pudo influir. Alcira ha luchado cada día de su vida, cuando su padre la abandonó sin reconocerla, cuando su marido la dejó con tres hijos, cuando uno de ellos desapareció, cuando tuvo que criar al nieto que la nuera le dejó y así, cuando toda su vida sigue transcurriendo. Alcira no se queja, se ríe, habla a las aves y comparte su pan con el perro mendigo.

Alcira trabaja como guardia en un garaje, en turnos de 24 horas y es más atenta que sus colegas jóvenes, más alerta que cualquier varón. Alcira ilumina. La miro y me pregunto por qué sigue trabajando, si lo ha hecho desde que era una niña. “Tengo que llevar comida y pañales a mi nieto, que está en el Instituto de Rehabilitación Infantil, en Obrajes. “Amarradito en su silla de ruedas me lo tienen”, dice. “No habla, pero cuando me ve llegar, ¡sus ojos se iluminan!”.

Alcira tiene mil y una historias que disfruta compartir con quien esté dispuesto a sentarse un momento con ella. Doy fe que tiene el don de despachar hasta al más duro, con ganas de ser una mejor persona. Bendita seas, Alcira.

rpt

 

Esta página se ha publicado también en la revista Rascacielos.