Más allá de la fiesta


Este sábado 14 se realizó la entrada folklórica del Señor Jesús del Gran Poder. El evento sucede en un momento plagado de inestabilidad, conflictos, incertidumbre y lo más difícil: la trágica e irracional pérdida de vidas humanas. Ante ello, surgieron posturas que propusieron suspender la entrada, como muestra de respeto a las familias de las víctimas. Tal pensamiento es muy justificable, correcto y necesario si se analiza el tema de la entrada como una fiesta, sólo eso. Sin embargo, es menester percatarse que se trata de mucho más.

El Gran Poder no es mera algarabía popular, se trata de un poderoso catalizador cultural, social y económico que articula identidades, potencia oficios tradicionales y refuerza el tejido social. Entenderla como algo más que una fiesta es reconocerla como un cuerpo integrado, donde cada baile, cada hilo de bordado y cada paso contribuyen a escribir la historia de una ciudad que late al ritmo de su cultura. Al respecto, se puede apuntar varias razones por las cuales este evento merece ser comprendido como un fenómeno de alcance integral.

Motor de la economía naranja paceña

Cada año, la Entrada moviliza decenas de millones de dólares en un solo día: 68 millones en 2024 y hasta 160 si se suma los preparativos que arrancan meses antes. Esa inyección no solo circula en las calles el día de la fiesta, sino que se distribuye en talleres familiares de bordado, emprendimientos de vestuario, emprendimientos de música, de maquillaje y un sinfín de oficios que encuentran en el Gran Poder un mercado garantizado. Esto convierte a la festividad en un “cluster creativo”: un polo productivo que fortalece oficios, promueve la creación de microempresas y dinamiza sectores como la gastronomía, el transporte y el turismo local.

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¿Qué es ser (buena) madre hoy?

Si bien el concepto de la maternidad ha sido cuestionado, discutido y diseccionado durante las últimas décadas, continúa implicando ciertas conductas consideradas como “ineludibles” y que van de la mano con la abnegación, la renuncia, el sacrificio y la incondicionalidad. Ser madre hoy es un asunto mucho más complejo que hace tan sólo 200 años, por mencionar una cifra. La relación de una mujer con los hijos e hijas que concibe o adopta se ha liberado de varios clichés, pero aún hay mucho que reflexionar. ¿Somos madres cual concepto supremo que nos determina como personas o somos mujeres que tienen hijos, siendo una decena de otras cosas más?

¿Puede el amor convertirse en sacrificio? le pregunta una hija a su madre. “Lo más importante en la vida de uno, es la vida de uno” (*), responde ésta. ¿Te debes a tus hijos por encima de todo o puedes continuar decidiendo con ideal autonomía sobre tu efímera existencia? ¿Amamos a los hijos sin importar lo que hagan o sean?

Pienso que sí. Criar a estas personitas implica construir una relación única y especial, basada en una enorme capacidad de amar, lo que no implica que surjan momentos complicados.

Recientemente he conversado con varias ejecutivas, empresarias, emprendedoras, que me han dicho cosas como:

  • “Nada de lo que hago está bien para mi hija. Tengo dos empresas, gano muy bien, el padre sólo aparece de vez en cuando, pero mi hija parece que no valora mis esfuerzos, sólo me critica.”
  • “Yo siento que nací para ser mamá, pero creo que no lo estoy haciendo bien, mi hijo me desprecia”.
  • “No entiendo a mi hijo, lo adoro, pero solamente logro que se enoje conmigo todo el tiempo y hay días en que no lo soporto”.
  • “Tener a mis guaguas fue casi un milagro. Ahora hay días en que desearía mandarlos a vivir con sus abuelos para descansar un poco de ellos, porque son extenuantes y atender mi negocio para que funcione como quiero, exige mucha energía.”
  • “Mis hijas y yo éramos muy unidas, pero crecieron y se alejaron, creo que no me perdonan que haya decidido estudiar y trabajar.”

Tenemos que trabajar hasta tarde, otras veces debemos viajar, nos perdemos primeras veces, fechas importantes, así es la vida. Ser mamá no significa renunciar a una misma, o al menos no debería. Para quienes hemos decidido tener hijos, asumir que además tenemos otros desafíos que deseamos lograr, sin culpa, es también ser buenas madres porque estamos siendo auténticas, incluso cuando hay días en los que quisiéramos guardarlos en un cajón, sólo para tener un poco de silencio.

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