Este sábado 14 se realizó la entrada folklórica del Señor Jesús del Gran Poder. El evento sucede en un momento plagado de inestabilidad, conflictos, incertidumbre y lo más difícil: la trágica e irracional pérdida de vidas humanas. Ante ello, surgieron posturas que propusieron suspender la entrada, como muestra de respeto a las familias de las víctimas. Tal pensamiento es muy justificable, correcto y necesario si se analiza el tema de la entrada como una fiesta, sólo eso. Sin embargo, es menester percatarse que se trata de mucho más.
El Gran Poder no es mera algarabía popular, se trata de un poderoso catalizador cultural, social y económico que articula identidades, potencia oficios tradicionales y refuerza el tejido social. Entenderla como algo más que una fiesta es reconocerla como un cuerpo integrado, donde cada baile, cada hilo de bordado y cada paso contribuyen a escribir la historia de una ciudad que late al ritmo de su cultura. Al respecto, se puede apuntar varias razones por las cuales este evento merece ser comprendido como un fenómeno de alcance integral.
Motor de la economía naranja paceña
Cada año, la Entrada moviliza decenas de millones de dólares en un solo día: 68 millones en 2024 y hasta 160 si se suma los preparativos que arrancan meses antes. Esa inyección no solo circula en las calles el día de la fiesta, sino que se distribuye en talleres familiares de bordado, emprendimientos de vestuario, emprendimientos de música, de maquillaje y un sinfín de oficios que encuentran en el Gran Poder un mercado garantizado. Esto convierte a la festividad en un “cluster creativo”: un polo productivo que fortalece oficios, promueve la creación de microempresas y dinamiza sectores como la gastronomía, el transporte y el turismo local.
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