El Holocausto ha sido, muy probablemente, una de las tragedias más grandes de la historia de la humanidad y, tristemente, no la única. El exterminio sistemático por razones de origen étnico, político y religioso, entre otras, nos asola todo el tiempo, en todas partes. Y como si no fuese suficiente, están los negacionistas.
Afortunadamente, hemos sabido desarrollar formas de preservar la memoria. Por eso son tan valiosas las personas que se dedican a la historia, la archivología, la bibliotecología, la antropología y el arte, por citar algunos oficios. La literatura y el cine son otros medios maravillosos para fomentar el conocimiento y la reflexión y en estas ramas, las obras producidas sobre los crímenes del nazismo son innumerables.

Un libro que marcó mi vida, no sólo porque es una historia durísima, sino porque lo leí a una edad muy temprana (mi padre, que ponía límites a todo, se olvidó de controlar mis lecturas), es La Hora 25, de Constantin Virgil Gheorghiu, quien escribió esta novela estando en cautiverio, arrestado por las tropas estadounidenses al final de la II Guerra Mundial. Publicada en 1949, cuenta sobre cómo la guerra destruye la sencilla vida de un granjero rumano. La hora 25, dice Gheorghiu, es “el momento en que toda tentativa de salvación se hace inútil. Ni siquiera la venida de un Mesías resolvería nada. No es la última hora, sino una hora después”.

En 1967, el productor Carlo Ponti llevaría esta novela a la pantalla grande, con la dirección de Henri Verneuil y los papeles protagónicos a cargo de Anthony Quinn y Virna Lisi. Más allá, el tema abarca prácticamente todos los géneros y se refleja en títulos que van desde Casablanca (Michael Curtiz, 1942) hasta la saga de Indiana Jones (Steven Spielberg 1981 – 2008).
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