El exceso, la desmesura y la estulticia. Hombres cegados por sus apetitos de dinero, poder y control. Los Musk, los Xi, los Putin, los Raisi, los Ortegas del mundo, los que desaparecen a miles cada día, los que arrasan con la selva, con el agua y con el aire. Desaforados. En esta modernidad líquida las exageraciones están a la orden y son abigarradas, por así decirlo; algunas provienen de la inquina y del rencor, otras de la codicia y del egoísmo. Todas dañan. La necedad no da pie a la templanza.

En Generación de la abundancia (EEUU, 2018) la fotógrafa Lauren Greenfield hace un repaso a los excesos del “sueño americano” durante los últimos 30 años; un recorrido que logra captar el interés por conocer en qué han acabado las tribulaciones de aquellos a quienes ha seguido con su cámara. El periplo es variado, incluye a adolescentes en Los Ángeles, hijos de famosos que se refugian en las fiestas, el sexo y las drogas; raperos que se transformaron con insólitas fortunas; stripers adictas a los billetes, actrices del cine porno con extraños vicios y magnates en busca de añadir más a sus cotidianos excesos. Jackie Siegel, por ejemplo, que hizo construir la casa más grande de los Estados Unidos o Huang Qiaoling, el ciudadano chino que edificó una réplica de la Casa Blanca en medio de sus campos de arroz. Un recomendable documental sobre la exacerbación de la abundancia, disponible en Prime Video.
Otras formas que adquieren los excesos de la actualidad provienen de la digitalización y la hiperconectividad. El narcisismo, la exacerbación de la trivialidad, la búsqueda del elogio y la necesidad de exposición, buscando algo que en realidad no está ahí, son algunos de los padecimientos que ha ocasionado.
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