Cine y política: el arte como espejo

El cine es un arte extremadamente metamórfico, plástico y omnívoro; se nutre de todo tipo de historias, de la imaginación y la fantasía, del miedo y la alegría, del horror y la calma, de la ciencia y la invención. Entre sus formas más nobles está aquella en la que trasciende el mero entretenimiento para convertirse en un espejo.

En el contexto político es un espacio para exponer luchas, documentar, satirizar y celebrar avances, así como denunciar injusticias. Y como en Bolivia la coyuntura —más politizada que nunca— es inevitable, en lugar de evadirla dejémosla entrar a casa con una dosis de buen cine, que además de darnos unas horas de solaz, nos hace levantar la cabeza y mirar más allá de nuestros ombligos.

Acá un repaso a diversas historias y cómo han abordado puntos críticos de la política, los derechos y la democracia. Títulos como El candidato y La cortina de humo reflejan cinismo hacia la política y las campañas electorales. Una habla de cómo la maquinaria electoral y la obsesión por la imagen pública erosionan los ideales; otra, critica desde la sátira, mostrando una élite política que manipula a los medios y a la opinión pública para controlar el poder. En la misma línea, Il divo muestra la corrupción desde adentro del sistema, deconstruyendo la política como un juego de poder sin escrúpulos. Estas películas muestran cómo la política pasa de ser una batalla de ideas a una de imagen y poder.  

Noche de fuego, Sufragistas y El pan de la guerra ilustran la batalla por los derechos fundamentales. La primera expone descarnadamente la pérdida de derechos básicos; la segunda narra un episodio histórico sobre el voto de las mujeres, mientras que la tercera habla de la supervivencia y la libertad en una sociedad oprimida por un régimen. Todas demuestran que la democracia va más allá de los procedimientos, pues afecta a la libertad y la dignidad personal. La semilla del fruto sagrado, que combina ficción con archivo documental, explora las luchas de una familia en el contexto de una dictadura, mostrando cómo la opresión afecta incluso en la esfera privada.

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Sin arte no hay futuro

Buscando en los programas de gobierno de los que siguen en carrera para las elecciones generales, volví a usar el comparador de Labtecnosocial, además de hacer una lectura rápida en cada documento, con el propósito de evaluar esta vez si las propuestas han tomado en cuenta un tema transversal para el desarrollo humano y, por ende, para los desarrollos económico, social y político: el arte.

Analicé primero cuáles son las palabras más y menos utilizadas en los distintos programas de gobierno, encontrando que entre los principales términos están: Bolivia, nacional, gobierno, país, sistema, dólares, desarrollo, empresas, mediante, recursos, debe, millones, estrategia, seguridad, política, social, inversión, crisis, público, economía, fortalecimiento, nacional, energía, justicia, salud, judicial, renovables, propiedad, privada, fuerza, y eliminar.

La palabra “arte” está entre las palabras menos usadas en los textos de los programas de gobierno. En casi todos aparece cero o una vez, a excepción del programa de MORENA, que lo usa cinco veces.

Alianza Libre incluye el término una vez, dentro de su plan para el turismo, de manera muy superficial. AP dice que impulsarán una diplomacia cultural activa, con promoción de las lenguas originarias, el arte, la historia de los pueblos indígenas y afrodescendientes.

Es llamativa la forma en que SUMATE usa una sola vez la palabra, en la oración “se deberá cultivar el arte de hacer acuerdos políticos”. Además, asigna al ministerio de relaciones exteriores el manejo de la economía naranja, para proyectar al país hacia afuera, sin decir cómo trabajará el tema hacia adentro. Alianza Unidad la menciona una sola vez, como materia en su programa de educación y escuelas experimentales.

Respecto a los programas de gobierno que incluyen (o no) el tema de arte y cultura en sus propuestas, ni Libre, Alianza Unidad, Alianza Popular, APB (SUMATE) o PDC han incluido propuestas sobre el tema como capítulos o temas relevantes de sus respectivos programas. Aquellos que sí lo hacen son:

MORENA, que habla de acceso universal y gratuito a la cultura, el arte y el deporte a través de incluir arte y deporte como asignaturas en el sistema educativo, reconociendo al arte como una dimensión esencial del desarrollo humano.

El Movimiento al Socialismo (MAS – IPSP), que habla de la importancia del patrimonio cultural y de generar políticas para fortalecer las industrias culturales y creativas. También dice que creará una (¿otra?) agencia y fondo para fomentar el cine y la producción audiovisual.

Por su parte, la organización Libertad y Progreso (ADN) pretende desarrollar “una amplia y efectiva batalla para reafirmar los valores y principios de la civilización occidental”, así como “restablecer los símbolos nacionales y asegurar su uso preminente”. Una idea que, francamente, produce temor por su tufo excluyente y conservador. Una amenaza para la diversidad cultural.

Alianza la Fuerza del Pueblo (FP) propone la reconstrucción, recuperación y mantenimiento de los cascos viejos e históricos. Importante, pero limitado para un programa de gobierno.

¿Qué nos dice todo esto?

Claramente hay un vacío que revela un común denominador entre los contendientes: su reducida visión del desarrollo. Priorizan sectores tradicionales (importantes, por supuesto) como salud, justicia, economía y seguridad, miopes ante el potencial del arte como herramienta de cohesión y transformación social, fortalecimiento de la educación, de la innovación, de la economía productiva y de la conciencia ambiental.

Hay una tendencia a reducir la cultura a patrimonio, turismo o identidad nacional, sin un enfoque que promueva la producción, la circulación, el acceso y la sostenibilidad del trabajo artístico.

El arte no es visto como parte de las estrategias de recuperación económica, de educación integral ni como herramienta de inclusión o transformación social, especialmente en tiempos en que se idealiza el potencial de las inteligencias artificiales. La IA automatiza procesos, pero no puede replicar pensamiento crítico, emociones o creatividad. El arte y la cultura mantienen viva nuestra humanidad, generando empatía, identidad y reflexión, elementos esenciales para una sociedad equilibrada en tiempos de algoritmos.

Por otra parte, frente a riesgos como el desempleo tecnológico o el aislamiento digital, el arte crea espacios de encuentro, contención y participación. Fortalece el tejido social y ayuda a enfrentar los cambios con sentido y pertenencia colectiva.

En lo que coinciden algunas propuestas es en que las industrias culturales pueden generar empleo y riqueza. Por ello, si se piensa en el largo plazo, habrá un futuro en el que muchos trabajos serán reemplazados por la tecnología y justamente ahí es que la creatividad será un valor diferencial. Invertir en cultura es apostar por una economía más diversa, humana e inclusiva.

Hay que recordar también que buena parte de las IA proviene de grandes corporaciones. Sin políticas culturales, se corre el riesgo de perder diversidad y pensamiento propio. El arte fomenta la reflexión y resiste la homogeneización cultural impuesta por algoritmos.

El arte y la cultura son antídotos contra la deshumanización y brújulas para orientar el futuro. Sin ellos, el desarrollo tecnológico, económico y político es incompleto y desigual, por lo que se debe integrar lo cultural en las políticas de desarrollo, como un eje estratégico, no decorativo.

Es urgente que la ciudadanía y los colectivos culturales exijamos propuestas más ambiciosas, articuladas y participativas para el sector cultural.

Captura de pantalla del comparador de programas de gobierno de Labtecnosocial.
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