No es la intensidad del ser
lo que brilla sin parar, es el amor.
Cada inconveniente es un sendero sin andar
requiere coraje seguir el viaje
pero la curiosidad y el amor a la verdad
ayudan a llegar.
Grillo Villegas. La música debe elevarnos. Octubre 2019.
En La Paz tenemos muchos traumas, el agua, la basura, los minibuses, los deslizamientos, la lluvia… Esta ciudad es el nudo al que se vienen a librar batallas, donde recibimos a las marchas que traen en sus abarcas cientos de años de olvido, acá nos encontramos con viajeros de todas partes mientras aún seguimos sin comprender del todo lo valioso de la diversidad. La palabra “octubre” es uno de nuestros traumas, como la palabra “granizo” o “vigilia”. Son términos que, colectivamente, asociamos a momentos en los que nuestra existencia se ha visto sacudida. Luego hacemos memes y nos inventamos frases de metafísica popular, pero las marcas, cual tatuajes, ya han sido fijadas.
En octubre reciente muchas cosas pasaron, nuevamente. Hubo quien quiso tomarnos el pelo y nuestros indiferentes y atontados hijos, esos wifidependientes a los que reclamamos menos pantalla y más presencia, salieron a las calles y demostraron que aunque aún no logran limpiar sus dormitorios, pueden aprender a manifestarse, organizarse y no cejar.
También pasaron cosas muy buenas este octubre, cosas que muchos ignoramos, aturdidos por el temor y la incertidumbre. Unos días antes de las elecciones del domingo 20, el violinista Gustavo Orihuela y su banda presentaron su nuevo disco, titulado “Terra”. Fue un jueves en el Teatro Municipal. Por entonces ya comenzaba a sentirse una cierta tensión en las calles y las conversaciones incluían discusiones sobre las posibilidades que se veían venir a partir del cierre de las mesas de sufragio. Recuerdo que quería ir, pero me lo negué. La ansiedad, preocupación y expectativa de la política comenzaban a apoderarse de mi ánimo, no era momento para distracciones.
Los músicos de Gustavo Orihuela Quartet, conscientes de la coyuntura, lanzaron el disco en una estupenda presentación, con un público que priorizó la música y fue premiado con una gran actuación.
Una semana antes, Grillo Villegas, un veterano de los escenarios, había presentado su decimonovena producción, “La música debe elevarnos”, inaugurando así una gira por varias ciudades que no llegó a concretarse. Todas las fechas fueron canceladas debido a las tensiones que se iniciaron en prácticamente todo el país, poco después de las elecciones. El Grillo tiene miles de seguidores que ya habían comprado sus entradas y, resignadamente, acudieron a la devolución, dejándole mensajes de solidaridad en sus redes.
Otro músico, Willy Claure, uno de nuestros más queridos guitarristas, se presentó en el mismo escenario el 23 y 24 de octubre, cuando el paro nacional ya se había establecido, como reacción a las denuncias del fraude electoral. ¿Cuánta gente fue? Ya no importa, ahí estuvieron. Se dieron el gusto de que Willy les presente su nuevo trabajo que, como siempre, honra a la cueca boliviana y titula “Más cuecas para no bailar. Yo, que digo que lo quiero tanto al Willy, interpuse una manifestación a mi presencia en el Municipal. Como muchos, no pensaba claramente en esos días.
Varios artistas cumplieron rigurosamente sus presentaciones, músicos, actores y bailarines actuaron mientras las calles se llenaban de banderas y palos. Y digo cumplieron pues su oficio está en el escenario y su misión es alimentar nuestro espíritu, descontaminarlo, limpiarlo.
También para seguir, a veces hay que parar. Gonzalo Gomez
Mientras tanto, Gonzalo Gómez y los Go Go Blues daban los últimos toques a este gran disco que conmemora sus 18 años de actividad, “Vida, muerte & resurrección”, confirmando las fechas de su gira, que, como el Grillo, incluía varias ciudades del país. Todo se canceló. Cada día que pasaba luego del 21 de octubre, la tensión y el nivel de los conflictos se intensificaban, la situación cambiaba en cuestión de minutos y los medios de información no daban abasto con la avalancha de reportes de todas partes y sectores.
La que se ha convertido en la convulsión social y política más grave desde 2003 se ha llevado vidas, ha desgarrado familias y ha dañado profundamente nuestras relaciones, pues el que más y el que menos, se ha visto infectado por ese odio fácil y virulento que llegaba por las redes, como las aguas turbias y ruidosas de una riada furiosa y cargada de piedras, arremetiendo ciegamente contra todo y contra todos.
Durante esta turbulencia, muchas presentaciones fueron suspendidas, solamente en los espacios escénicos municipales, así que por supuesto hubo más cancelaciones, la mayoría sin posibilidad de reprogramación. Artistas como Manuel Monroy, el Papirri, que iba a celebrar un importante aniversario de su carrera musical, la gala dedicada a Alfredo Domínguez, un festival de danza folklórica, la ópera Il trovatore de Macondo Producciones que tenía invitada a una violinista internacional, tampoco se concretaron, al igual que la Primera Gala Internacional de Ballet y el encuentro de artistas Megafest. Tampoco pudo llegar uno de los fundadores de The Cure, se suspendieron conciertos de Donato Espinoza, Akcohólika, el Festiblues y una actividad de la BiceBé.
Cada una de estas actuaciones ha sido el resultado (truncado) de meses y años de esfuerzo. Tiempo y dinero invertidos en espera muchas veces, de una sola presentación en la cual entregarse y darlo todo, pues el artista es, básicamente, un dador.
En esos días perdí parte de mi lucidez y creí que no merecía ir a un concierto, pues el país se destruía. Me hundí en la desazón, olvidé que mi alimento esencial es el arte. Me desnutrí el espíritu en el momento en que más necesitaba de los artistas. Mea culpa. Perdón.
Luego leo a Mabel Franco –sabia- “se puede gritar paz sin convocarla o se puede invocar paz. Este último ritual -el de la invocación- es dominio del arte” y me percato de que la música, el teatro, la danza y los demás etcéteras son ahora más necesarios que nunca. Es que, sencillamente, el arte es parte de nuestra estructura social, el ingrediente secreto de nuestra humanidad, el pegamento que nos une en las diferencias.
Cuando compartimos las graderías o las plateas para corear a alguien, reducimos esas brechas que cavamos el resto del tiempo y saboreamos esa comunión que nos hace más humanos y menos bestias, pues si hay un elemento inmanente a la convivencia pacífica, es la expresión artística. ¿O qué otra cosa hacemos cuando nos reunimos en un teatro y cantamos a gritos? En el arte nos cobijamos como seres humanos, cantamos, bailamos y aplaudimos sin que interese por quién votamos. En el arte, comulgamos.
Somos parte de una gran conspiración que te empuja contra la pared… Gonzalo Gómez
Hace unos días fui al Teatro Municipal a escuchar a Go Go Blues y fue como recibir oxígeno, como untarse Mentisán en el pecho, como el ungüento de mamá en la rodilla raspada. Al Gómez le sale el amor por los poros, canta rasgando cada letra y la banda se entrega al público como si fuera la última vez. Gracias.
Luego escuché el disco de Gustavo Orihuela. “Terra es la complicidad, la convergencia de historias, experiencias recogidas y profunda amistad, hecha música…” dice su cartilla y la verdad es que Terra es un bálsamo, Gustavo toca el violín creando una chispa de luz en cada nota. Y tiene una gran banda a su lado. Imperdible.
El disco del Grillo tiene composiciones necesarias para estos días, el título ya es una declaración. Acompañado, como suele hacer, de músicos de gran talla, nos obsequia con la música que nos hace falta y nos hace bien.
Sigo lamentando no haber ido a la presentación de Willy Claure, pues su disco no se distribuye. Sé que incluye 15 piezas, entre nuevas y no tanto, con la novedad de que el afán de Claure por llevar la cueca al mundo, ha hecho que este disco tenga canciones en varios idiomas. Es todo lo que sé, y que me hace falta.
En estos últimos meses, que parecieron años, algunos olvidamos que tenemos el privilegio de contar con estos artesanos, a quienes además, necesitamos. Ellos son imprescindibles en la construcción de la convivencia, la tolerancia y el ejercicio de los derechos. Ellos crean la cura para la apaciguar la furia, su labor reúne belleza con esfuerzo y en ellos podemos aprender, desde la paz, a ser mejores seres humanos.