Ceremonia: un rito de gratitud

En octubre el cine boliviano tuvo un nuevo estreno, el director Rodrigo Bellott presentó Ceremonia, un cortometraje de 28 minutos rodado en Samaipata; la proyección inicial se realizó en el lugar de la filmación, al aire libre, en retribución a la comunidad que hizo posible la película, días antes de su estreno en la Cinemateca Boliviana.

En sus presentaciones, el director ha destacado algo que en esta columna se ha mencionado reiteradamente: hacer cine no es solo crear una obra artística, sino también generar sinergias, dinamizar la economía local y crear empleos. En Samaipata, por ejemplo, el rodaje unió por primera vez a las dos asociaciones de transportistas del municipio, articuló un equipo de estudiantes de la Universidad Franz Tamayo y atrajo la colaboración de artistas internacionales.

Más que un estreno cinematográfico, Ceremonia demuestra el poder transformador del arte en múltiples dimensiones; integrar una película como parte de la formación académica y crear un mensaje de sensibilización sobre la naturaleza y el desarrollo son algunos ejemplos.

El cortometraje cuenta la historia de dos personajes, interpretados por Quim del Río y el español Iván Sánchez. Ambos coinciden en Samaipata y el encuentro desencadena una inesperada transformación personal para cada uno. La participación del actor Quim del Río, coprotagonista del filme, es otra prueba de la creciente profesionalización del cine boliviano. Comenzó su carrera en el teatro con la obra Tú Me Manques, colaborando también con Rodrigo. Su primer largometraje fue la adaptación cinematográfica de dicha obra (2019); ha participado en «98 Segundos Sin Sombra» (2021) de Juan Pablo Richter y ha trabajado en producciones en Estados Unidos, como Alias’s Birth (2021) del director Sam Abbas, y Te llevo conmigo (2020) de Heidi Ewig, una coproducción estadounidense-mexicana.

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¿Por qué quieren gobernar Bolivia?

Esa y otras preguntas por el estilo habría querido hacer a los candidatos durante sus campañas. ¿Qué motiva a alguien a asumir el desafío de gobernar un país como este —lastimado y quebrado en muchos sentidos y con un sinfín de conflictos por resolver—? Sospecho que, de haber preguntado, no habría obtenido una respuesta del todo honesta. Pero yo sí tengo razones, quizá poco racionales, para imaginar el deseo de gobernar… y también de ser la conciencia de quien lo haga.

La respuesta es simple, aunque suene a lugar común: somos un país demasiado hermoso, con gente extraordinaria en cada uno de sus rincones, por la que vale la pena el esfuerzo. Y aunque entiendo que los temas urgentes son la inflación, las divisas, los hidrocarburos o las reservas internacionales, incluiría en la agenda una tarea esencial: reconstruir el tejido social a través del arte y la cultura. Es uno de los grandes desafíos, y el más humano.

Con esa convicción, me aventuro a dejar ese y otros deseos, como mensaje en una botella lanzada al río.

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