En Bolivia, ejercemos nuestro colonialismo con naturalidad, se sabe, pero resulta que el hecho de emigrar detona una suerte de resistencia cultural, que, a su vez, ocasiona cambios insospechados en la conducta. Por ejemplo, factores como los prejuicios de clase social y cuidar las apariencias desaparecen y la necesidad de ser boliviano y expresarlo, crece.
“En Bolivia todos son hijitos de mamá. Yo era, y mi hermano también. Todavía hay ciertas cosas que no te permiten lanzarte. Por ejemplo, si vendes comida, te preocupas por lo que dice la gente. A ver vaya a trabajar usted de mesero en Bolivia”, se escucha decir a una señora en off.
Esas son algunas de las ideas que el documental “La Virginia de los bolivianos” parece proponer en sus casi dos horas de metraje, comprimidas luego de un rodaje que le tomó 12 años a su realizador, Juan Cristóbal Ríos.

“La conciencia del boliviano se descubre, se abre más, porque ya no tienes el prejuicio social. En Bolivia tenemos el prejuicio social y la presión de clase, entonces la gente se cuida de expresarse; en cambio aquí no. Se hace más global la necesidad de ser boliviano.” Así sostiene Julia García, presentada como lingüista y portadora de saberes ancestrales, quien será una de las personas que sostiene el documental con sus testimonios.
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