#DíasDeCine

Que pensar en elegir una película para ver el fin de semana no te fatigue. Que elegir esa película no sea una decisión lamentable. Que la película que veas hoy te haga sentir bien, te haga pensar un poco distinto, te haga sonreír, asustar o lagrimear con gusto. Que te haga algo, así sea un pellizco de ganas de más o, en el mejor de los casos, sea una tibia caricia para tu sistema nervioso central. Esas son las premisas de esta columna, que estrenamos también en la Revista Rascacielos que se publica cada domingo junto al periódico Página Siete.

Por lo tanto, acá les dejo 20 títulos, un menú variado, una lista sin pretensiones, pero con entusiasmo. Poca cosa si consideramos toda la oferta disponible; mucho si el tiempo no nos es suficiente para todo lo que quisiéramos hacer. De todas formas, es una selección que ojalá les sirva para despejar un poco esa ruta llamada “qué puedo ver hoy”.Sigue leyendo «#DíasDeCine»

Regalar deseos, la magia llega en Alasitas

Diez años después del primer encuentro, volvieron a verse brevemente en La Paz. Como aquel otro día, en París, sería tan sólo por un momento. “Estaré aquí por unas semanas, nada más”, dijo él. “Está bien”, le respondió ella con el corazón arrebatado. Luego Alfredo, su Alfredo, partió hacia el otro lado del mar y ella lloró océanos de melancolía. Así debía ser, sus caminos iban en direcciones opuestas.

Uno de esos días lacrimosos, comenzaron las Alasitas y ella, presurosa, fue a comprar miniaturas para regalar a su gente querida el deseo del deseo. Al paso, vio un tilincho, pensó en él y pidió que se lo compren. Las amigas le dijeron que no, que ese hombre estaba lejos y no tenía sentido regalarle algo que no sucedería. Se empecinó en tener esa figurita amable hasta que la consiguió. Llegó a su casa, puso al tilincho en una mesa y unas horas después recibió la llamada. “He regresado para quedarme y quiero hablar contigo”, le dijo su amado. Desde ese día, nunca más habrían de separarse hasta casi tres décadas después, cuando el corazón de Alfredo La Placa dejó de latir, una tarde de diciembre, junto a ella. Tenía 87 años.

“En la vida, no hay que dar nada por sentado”, dice Rita. Sobre todo en Alasitas, digo yo.

Este artículo se publicó también en Página Siete