
Con su habitual ironía, Ricky Gervais habla de los cambios en la vida moderna afirmando que hace 150 años la humanidad sabía mucho menos que hoy sobre el cerebro. “Si no eras un hombre blanco, heterosexual, cristiano y casado, si te desviabas demasiado, simplemente decían que estabas loco. La homosexualidad era una enfermedad mental, las mujeres que se embarazaban sin casarse, eran locas…” “Ahora entendemos más cosas, somos más tolerantes, pero creo que nos estamos pasando, pues hoy nada es considerado como locura, todo es un síndrome, una adicción o una preferencia. Si me quito las piernas y me autoidentifico como un carrito para bebés y alguien me llama loco, se le acusa de intolerante.” En una exageración intencional, Gervais traslada ideas de la realidad a la dimensión de la comedia, con alto grado de acidez. El monólogo Supernature está en Netflix.
El caso es que los estándares y patrones supuestamente labrados en piedra y que hasta hace unos años se daban por sentado se han derretido y cambian a un ritmo tal que es imposible seguirlo, se escurren como agua entre los dedos. Al mismo tiempo, estamos en un momento de emancipación para sectores apartados, invisibilizados y maltratados sistemáticamente desde hace siglos. Son tiempos de nuevos desafíos (como reconstruir el lenguaje), mayores libertades, empoderamiento y apertura, sí, pero también son tiempos líquidos, en los que las representaciones sociales y el enfoque de nuestra existencia en general, se diluyen y se reconstituyen, adoptando formas nuevas que pueden ser tan interesantes como despiadadas.
El sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman desarrolló el concepto de “modernidad líquida”, publicado hace un par de décadas para conjeturar las transformaciones de la sociedad actual respecto de las generaciones anteriores, que vivieron existencias marcadas por patrones planos y tradiciones rígidas, pero que contenían un elemento valioso que hoy se va perdiendo: el sentido de comunidad. Bauman sostiene que estamos en una era de incertidumbre, de cambio constante, en la que prima la individualidad.
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