Si nos permiten recordar: subvirtiendo ritos

Una de las actividades culturales más interesantes que se están realizando actualmente, con el pretexto de generar reflexiones en el marco de la conmemoración del Bicentenario, es la que hace poco inició el Centro Cultural de España en La Paz. Con el título Nacer Mujer: si nos permiten recordar, es “un espacio de encuentro y diálogo pensado por la historiadora boliviana Rossana Barragán para reconocer, homenajear y aprender de la trayectoria de mujeres que han dejado huella en distintos ámbitos de nuestra sociedad”. La propuesta tiene un enfoque que merece atención, pues se trata de entender la historia no como algo “que se decidió en un día por unos doctorcitos”, comentaba la historiadora durante su presentación, sino como “un largo proceso social, en distintas etapas, muy doloroso, en muchos casos”, cuyos escenarios y personajes no figuran en los textos oficiales.

Y razón no le falta, pues las celebraciones cívicas suelen ser repetitivas, además de semejantes en todas partes del mundo: con desfiles militares que consolidan un sistema vertical y varonil. Rossana nos dice que, en forma paralela a las conmemoraciones desde los gobiernos, ha habido y hay disputas individuales y colectivas sobre las lecturas del pasado y sobre las exclusiones del presente. “Se disputa los lugares que ocupan en el presente, pero también en el pasado, los grupos, los sectores populares, subalternos indígenas, afrodescendientes, mestizos, pero mestizos en el sentido histórico del término.”

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Día del cine boliviano

Como muchas fechas, esta es una de conmemoración, más que de celebración, pues el 21 de marzo recordamos la cruenta muerte de Luis Espinal Camps, que aportó enormemente al cine boliviano, además del periodismo y los derechos humanos. Nuestro cine, el tema de hoy, tiene unos 125 años de una historia caracterizada por su irregularidad, inestabilidad y por recorrer un camino en el que, si bien sus creadores no se detienen, las dificultades y los desafíos abundan. Intentaré plasmarlos en pocas palabras.

Es una actividad escasamente valorada por el Estado, lo que resulta paradójico, ya que, en general, es un arte que, en vez de alinearse con la frivolidad, se ha concentrado más en reflejar episodios de la historia, cuestionar situaciones de injusticia y reflexionar sobre la identidad, por mencionar algunos tópicos. Sin embargo, es un sector que, con algunas excepciones, suele trabajar en condiciones precarias, desde lo financiero, lo que produce resultados también desprolijos que a lo largo del tiempo han ido desluciendo la pantalla y perdiendo público.

A esto se añade la escasa formación técnica y académica, pues contamos con pocas instituciones educativas y de investigación en el ámbito cinematográfico; pero sobre todo está el abandono estatal a un sector cultural tan relevante. El cine es una herramienta comunicacional estratégica, además de un motor de desarrollo, pero la relación entre economía y cultura no parece aún ser evidente para nuestros gobernantes. Quizás por eso no contamos con una cuantificación económica del trabajo cinematográfico y de todo el sector creativo, en general.

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