Tár o la deplorable levedad del ser

“Aquel que quiere permanentemente ‘llegar más alto’ tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo” (Milan Kundera).

Llegar a la cima dejando a tu paso muertos y heridos no siempre funciona, especialmente si padeces de egocentrismo agudo y eres una mala persona. Por ahí va la muy disfrutable Tár.

Quienes crean que es una historia de empoderamiento femenino en un mundo dominado por hombres, podrán percatarse, en los primeros dos minutos, que se trata de otra cosa. En realidad, luego de una hora de metraje, se comienza a percibir las indirectas de Todd Field y su guion, como diciendo que la falta de escrúpulos, el abuso del poder, el acoso, la manipulación y el engaño no son atribuciones exclusivamente masculinas. Tár los practica cada día y aparentemente, algo de conciencia tiene aún, pues sufre de insomnio y algunos delirios de persecución.

Lydia Tár es una talentosa música que ascendió por la escalera de la fama y la fortuna con verdadera convicción y perseverancia hasta convertirse en la primera directora de orquesta de la Sinfónica de Berlín. La célebre compositora y directora, adinerada y admirada, deja que su genialidad se apodere de sus principios, haciendo uso de demasiadas licencias y acumulando faltas que la atormentan y crecen como una bola de nieve, amenazando su imagen y su envidiable estilo de vida.

Ser ella, sin embargo, no es fácil. Y ahí es donde el trabajo de Cate Blanchet lo justifica todo, incluso las más de dos horas y media de cinta, pues a lo largo de cada minuto ella colma y supera toda expectativa, deleitando los sentidos con su interpretación, con cada gesto, cada temblor imperceptible, cada movimiento y cada pestañeo finamente logrado.

En algunos momentos también se podría tener la sensación de que Tár es un personaje real, pero no. Sucede que esta historia combina la ficción con sucesos y personajes reales y, además, es un deja vu tras otro, pues relata millones de momentos que conocemos bien y que se repiten cada día y en todas partes, una y otra vez. Una y otra vez, pero desde el podio masculino.

¿Es inevitable sucumbir a los excesos? ¿Al afán de maltratar, humillar y mentir por mantenerse en la cúspide del prestigio y el embeleso de la fama? ¿En qué punto es que el ego toma el control al punto en que la conciencia se extravía sin retorno? ¿Es algo con lo que se nace o se hace en el camino? La verosimilitud de este personaje es la razón por la que Tár es digna de verse.

Fuera de ello, si de otro aspecto notable goza esta producción, es su campaña de marketing. Llevamos meses escuchando que es una de las películas más memorables del año. La crítica especializada, en la figura de asociaciones como London Critics Circle Film Awards, Los Angeles Film Critics Association Awards, National Society of Film Critics Awards USA, New York Film Critics Circle Awards y Sunset Film Circle Awards la han nombrado la mejor película del año.

Ha ganado hasta ahora unos 60 premios, entre 240 nominaciones alrededor del mundo, incluyendo seis para los próximos Oscar y la protagonista, Cate Blanchet ha recibido al menos 28 trofeos por esta interpretación, bien merecidos.

Cate devora la película y hace de ella lo que es. Recordemos que en su camino ha podido desarrollar personajes tan o más desafiantes que Tár, como Carol, en Carol (Todd Haynes, 2015), Jasmine, en Blue Jasmine (Woody Allen, 2013), Sheba, en Notes of an Scandal (Richard Eyre, 2006) o incluso Kate, en la inolvidable Bandidos, (Barry Levinson, 2001) y Elizabeth (Shekhar Kapur, 1998).

El caso es que al finalizar los créditos y salir de la sala, más allá de una historia tristemente oscura, por su enorme carga de inestabilidad mental, abuso, culpa y depresiones varias, lo que realmente perdura es el trabajo interpretativo de su protagonista.

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