El exceso, la desmesura y la estulticia. Hombres cegados por sus apetitos de dinero, poder y control. Los Musk, los Xi, los Putin, los Raisi, los Ortegas del mundo, los que desaparecen a miles cada día, los que arrasan con la selva, con el agua y con el aire. Desaforados. En esta modernidad líquida las exageraciones están a la orden y son abigarradas, por así decirlo; algunas provienen de la inquina y del rencor, otras de la codicia y del egoísmo. Todas dañan. La necedad no da pie a la templanza.

En Generación de la abundancia (EEUU, 2018) la fotógrafa Lauren Greenfield hace un repaso a los excesos del “sueño americano” durante los últimos 30 años; un recorrido que logra captar el interés por conocer en qué han acabado las tribulaciones de aquellos a quienes ha seguido con su cámara. El periplo es variado, incluye a adolescentes en Los Ángeles, hijos de famosos que se refugian en las fiestas, el sexo y las drogas; raperos que se transformaron con insólitas fortunas; stripers adictas a los billetes, actrices del cine porno con extraños vicios y magnates en busca de añadir más a sus cotidianos excesos. Jackie Siegel, por ejemplo, que hizo construir la casa más grande de los Estados Unidos o Huang Qiaoling, el ciudadano chino que edificó una réplica de la Casa Blanca en medio de sus campos de arroz. Un recomendable documental sobre la exacerbación de la abundancia, disponible en Prime Video.
Otras formas que adquieren los excesos de la actualidad provienen de la digitalización y la hiperconectividad. El narcisismo, la exacerbación de la trivialidad, la búsqueda del elogio y la necesidad de exposición, buscando algo que en realidad no está ahí, son algunos de los padecimientos que ha ocasionado.
Para muestra, un botón:

Sweat. Magnus von Horn (Polonia, 2020). Entretenida y bien lograda producción que relata la cotidianidad de Sylwia, una influencer de Instagram que promueve la vida sana y motiva a sus cientos de miles de seguidores a ejercitarse diariamente. Su vida es como un sueño cumplido, es hermosa y joven, es admirada y tiene un público que la adora. Echa en falta, sin embargo, algo que no está en la web: relaciones auténticas y cercanas con personas reales. Ganó los premios a mejor película y mejor dirección artística en el Festival Internacional de Cine de Chicago. (Mubi).
Tener deseos de superación y prosperidad es una cosa y otra, muy distinta, es sucumbir a la voracidad, a la avidez sin límite. ¿Cuándo comenzó esta búsqueda implacable por obtener más de todo? Y en línea con ello, ¿cómo fue que pasamos de simplemente vivir a convertir nuestra existencia en un “proyecto de vida”? como una empresa, con metas y resultados, imbuidos por una sed insaciable de ser y tener más.
Superación, liderazgo y competitividad son algunos de los conceptos que nos han convertido en adictos al trabajo y a la noción de que tenemos algo que demostrar ante una constante presión social.
Y volviendo al cine, pienso en personajes, reales e inventados, cuya existencia es la prueba de que se puede transitar por este mundo sin complicarse de más y sin perder el aliento en esa carrera frenética por llegar a alguna forma de triunfo. Sé que suena a lugar común, pero el éxito también viene en otras presentaciones, como ciertos gestos y maneras de actuar, ser algo bueno para alguien y actuar con decencia. Sí, el mundo parece decirnos lo contrario, pero vivir con modestia, practicando actitudes de generosidad y nobleza pueden ser desafíos cuyos resultados desencadenan inesperadas maravillas. Triunfar también puede ser ayudar sin aspavientos, saber dar las gracias y pedir perdón cuando toca.
En estas películas les invito a hallar magia en lo intrascendente, como la rutina, esa que regala días sin novedades y les convoco a apreciar sin apuro la sensación de despertar luego de un buen sueño, la mirada de quien aman y el trinar de las aves. Detalles así, abundan, solo hay que prestar atención.

El bar de las grandes esperanzas. George Clooney, EEUU, 2021. Adaptación de las memorias del escritor J.R. Moehringer, que fue un niño con más sensibilidad de la que su familia hubiera deseado y en un pueblo donde parece no haber oportunidades para alguien como él. Su futuro se ve opaco, pero tiene una madre tenaz que se asegura de estar ahí y un tío que parece que no es gran cosa, pero que está presente, al contrario del padre. A veces, solo estar ahí puede cambiar la vida de alguien. (Prime Video)

Paterson. Jim Jarmusch, EEUU, 2016. Paterson es un tipo de hábitos simples, se levanta todos los días a la misma hora, camina hasta su trabajo de conductor de autobús. Recorre la misma ruta cada día para luego regresar a casa, abrazar a su esposa, sacar al perro y tomar una cerveza en el bar de la esquina. Paterson, además, escribe poemas. Filosofía minimalista hecha película y hermosa lección sobre la belleza de la soledad. (DVD).

¿Y ahora, adónde vamos?. Nadine Labaki, Líbano, 2011. En un pequeño poblado rural sus habitantes han muerto por cientos en los últimos años debido a ese enorme absurdo que es la guerra. El pueblo se divide entre musulmanes y cristianos que de vez en cuando toman las armas y se agarran a balazos. Las mujeres, por su parte, solo quieren vivir en paz y están decididas a evitar que sus hombres sigan matándose. En su afán por distraerlos del rencor recurren a artilugios poco ortodoxos. Grata comedia dramática que encontré en DVD. Ganó el premio a mejor película en el Festival de Toronto.

Historias mínimas. Carlos Sorín, Argentina, 2002. Usando como escenario los solitarios parajes de la Patagonia, Sorin nos ofrece las travesías de tres personajes aparentemente inconexos, viajando por una carretera infinita, en pos de pequeñas ilusiones. Ganó premios en San Sebastián y en los Goya. (Prime Video).